A partir de la solicitud específica del cliente que su casa diera cuenta del movimiento, el proyecto se planteó como un diálogo entre muros curvos que envuelven los recintos públicos y acompañan las circulaciones; y muros rectos que contienen los espacios privados y servicios: así se generó una superposición de cintas (muros) de madera en revolución en dos niveles, que se desfasan creando alero que proyecta sombra sobre el muro del nivel inferior, conteniendo el estar-comedor en doble altura y el dormitorio principal en segundo nivel, contiene grandes ventanas muy abiertas al recorrido del sol integrando luz hacia el interior y un estrecho vínculo con el paisaje circundante, específicamente con el lago Villarrica. La fachada Norte está compuesta fundamentalmente por elementos horizontales en movimiento y una terraza de madera exterior en primer piso que permite el desahogo del interior hacia ella y enmarca la base del volumen; la cara Sur se compone de elementos rectos que juegan en el desfase volumétrico entre ellos. El acceso está engarzado con una escalera de madera que apoya sus peldaños solo en un lado y desarrolla en volado 2/3 de su huella, vinculando dos niveles de manera protagónica en el espacio principal; conduce a un estar informal abierto que se abalcona directamente sobre el estar-comedor, coronado por un cielo de madera convexo que pende sobre el espacio como una tela y refleja luz sobre él. Este altillo es antesala: del dormitorio principal que completa el volumen curvo por el lado Oriente buscando el sol de la mañana y una tamizada vista al Volcán Villarrica por entre árboles nativos; y de una segunda terraza sobre la cubierta del estacionamiento, desde la que se sube hasta una tercera terraza ubicada sobre la cubierta de la casa, que domina una panorámica de 360° destacándose la inmediatez del barrio, como el lago y el volcán Villarrica puntos notables del paisaje de la zona.

Otros dos dormitorios se ubican en primer nivel en un volumen recto que se incrusta en este cuerpo curvo y se relaciona tangencialmente con un muro curvo interior que recorre la longitud de la vivienda y conduce a una ventana que relaciona el interior en su vista más larga con el jardín.

Los tabiques curvos se revistieron por el interior en madera nativa de Coihue de 10” de altura para expresar como lo hace una guitarra o un bote: las posibilidades del material de permanecer estables en la tensión del movimiento, en contraste con los muros rectos que se dejaron lisos pintados blancos dando cuenta de lo estático, lo neutro.